jueves, 4 de octubre de 2007

Onírico

Estas al pie de un cerro, ese espacio totalmente desconocido para ti, no ves gente. Todo esta muy árido y solitario; el viento que corre es demasiado frío. Comienzas a caminar explorando minuciosamente el lugar por donde caminas. Intentas recordar como llegaste hasta aquí, pero lo ignoras totalmente. De pronto a lo lejos ves el cuerpo de una mujer joven, está tirada boca a bajo no sabes de quien se trata, pero en cuanto más te acercas esa mujer cada vez se te hace más familiar. ¿Es ella? Se parece demasiado a la mujer que duerme contigo. Aún no lo sabes del todo, pero podrías confundirla.
Llegas donde yace el cuerpo, medroso acercas tu mano y comienzas a acariciarle el cabello. Después volteas el cuerpo y tiene una herida en el vientre. Pequeña pero profunda y demasiado mortal. La sangre que emana de la llaga aún está tibia, pero ella ya está muerta. Observas tus manos, y entre ellas aparece un cuchillo ligeramente manchado de sangre, inmediatamente lo sueltas. Empiezas a angustiarte, te desesperas no sabes que pasa, quisieras gritar salir corriendo pero no puedes. Vez el cuchillo, lo tomas nuevamente. Lo observas detenidamente y vas a introducirlo en tu vientre, y cuando estas apunto de herirte despiertas en tu cama. Estas sudando, tu respiración está acelerada, te levantas de tu cama y vas hacia la cocina. Sientes un ligero dolor en el vientre. No le das mucha importancia. Tomas un vaso de agua tratas de tranquilizarte, te sientas en una silla. Tu mirada se dirige hacia la mesa, ves un cuchillo manchado ligeramente de sangre, tocas tu vientre y tus dedos topan con una herida pequeña pero profunda. Observas tu mano, esta manchada de rojo. Te diriges al baño con dificultad enciendes la luz, te miras en el espejo y estas sangrando. Vas tu cuarto entras y ves el cuerpo de la mujer que apareció en tu sueño. Tratas de despertarla, no responde a tus llamados. La volteas y ella tiene una herida en el vientre la sangre que emana de su llaga aún esta tibia. Pero ella ya esta muerta. No sabes que pasa, caes en el suelo ya muerto sin poder comprender absolutamente nada.

Autor: E. David Montero Morales.

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