viernes, 5 de octubre de 2007

Sorpresa.

El problema ahí estaba, no podían darle solución alguna. El cumpleaños de Gabriel se acercaba cada vez más. Ella no sabia que regalarle, su cabeza divagaba escudriñando entre los gustos materiales de su novio. Y es que a el le agradaba la música de los Beatles, pero también adoraba el basket ball, los relojes y la ropa al estilo Kurt Cobain.
- ¡Ya está! Se que le va a gustar.- El rostro de Laura dibujó una sonrisa perversa. Maite, por su parte, solo la miro de arriba abajo con ceño.
- ¿Y de que se trata?
- Eso será un secreto entre el y yo.
Gabriel a sus 22 años se ganaba la vida cremando muertos en la funeraria de su padre –por cierto muy famosa por la calidad de servicios que brindaban- y la mayor parte de la ciudad acudía a ellos. Y no es que la gente falleciera a diario, pero la muerte no avisa, por lo que el debe estar alerta.
Hoy a las dos de la tarde recibió el cuerpo de una mujer, y por primera vez sintió miedo a pesar de que ya llevaba tiempo en el oficio.
Al destapar el cuerpo se quedó absorto por un momento, sintiéndose como un gusano pusilánime. Pensó en correr, pero el mismo miedo lo mantenía intrincado frente al cadáver sin poder hacer algo.
Por la tarde Gabriel se dirigió a la casa de Laura, y ya estando en su cuarto le contó lo sucedido.
- Los muertos son solo eso. Ya no tienen vida. Son como objetos.
- Aún siento el miedo recorriendo mi cuerpo, creí haberme acostumbrado.
- Ya deja de pensar en eso y dame un beso.
El mancebo responde a su mandato con ímpetu y después la estrecha con fuerza.
- Los días que restan de la semana no podré verte hasta el martes, y te tengo preparada una sorpresa. Hoy solo te enseñaré una mínima parte.
Todavía no acababa de decir esto, cuando se dirigió a la puerta de la habitación para asegurarla y que nadie entrara. Se acercó a Gabriel mirándolo fijamente a los ojos con lujuria, lo empujó hacia la cama para poder lanzarse a sus brazos y besarlo con pasión; las manos de laura se metieron por debajo de la playera comenzando a recorrerle la espalda pasando después al pecho, bajando muy tersamente hasta la cintura, desabrochó su pantalón para poder tocar el miembro erecto ya por las suaves caricias, de pronto el dio un giro quedando encima de ella. Levantó la playera juvenil de laura, y comenzó a besarla desde el abdomen hasta sus senos aún vírgenes hasta ese momento.
-¡Espera! Dije solo una parte. ¿Qué te parece si nos vemos en el parque de siempre el martes que viene? Después las 2 de la tarde.
- Si. Creo que ya es un poco tarde. Nos vemos.- Salio del cuarto y posteriormente de la casa.
El día esperado llegó, Laura había pensado con minuciosidad la sorpresa para su novio y ya había decidido que regalarle. Así que desde temprano salió de su casa se dirigiéndose a una zapatería, compró unos converse del número 8 en color negro. Posteriormente regresó a casa para poderse arreglar y comenzó a husmear en su ropero. Encontró una falda negra con dos pequeñas aberturas a los costados, que dejaba todo a la imaginación, pensó combinarla con una blusa de algodón blanca de manga larga con un ligero escote, y unas sandalias de tacón.
La hora de verlo estaba cada vez más cerca así que Laura se apresuró en arreglarse y envolver el par de tenis. La prisa y Gabriel comenzaban a adueñarse de su mente a tal grado de desesperarla después de haber mirado el reloj de pared, pues las manecillas marcaban ya cinco minutos antes de las dos. Salió muy apresurada de la casa; tenía que cruzar un boulevard para tomar la colectiva que la llevaría hasta el lugar donde Gabriel la esperaba, sin cautela comenzó a caminar. Estaba a punto de subir la acera cuando un Jetta la envistió arrojándola muy fuerte hacia el pavimento dejando pocas esperanzas de que sobreviviera.
No obstante Gabriel la esperaba exacerbado. Ya eran las tres menos quince minutos, nunca había faltaba a una cita. Decidió irse a casa molesto por que ella no llegó.
Pasaron dos días, el se encontraba en su cuarto aún con el coraje. Cuando su padre lo llamó a su puerta.
-Hay trabajo. Vete a los hornos, no tardan en traer el cuerpo.
El se dirigió hacia el crematorio, y una vez ahí esperó a la llegada del cadáver. Al poco rato entró su padre con el difunto. Salió inmediatamente cuando se dio cuenta que Gabriel ya estaba ahí, con el horno listo. Se acercó al cuerpo para destaparlo y llevarse la sorpresa de que era Laura.

Autor: E. David Montero Morales

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